País más allá.
Santiago: LOM Ediciones, 2004.

 

 

 

Lajda, apaga la lámpara...
... el sopor de las torres
invernales levanta
tu zozobra. Recuesta
la tristeza en la almohada:
detén tus infinitos
bordados con la ráfaga
grismente deshilada
de algún sueño. La sábana
- ¿humo? -
se desestira,
para asilarte, amplia
de pliegues, como madre
a la hija cansada.
Severidad... Los duendes
ya casi no trajinan,
y duermen los fantasmas
de tus hermanos.
                                   Tules...
tules... tules... majadas...
... sobre agujas y tules,
las pepitas de agua:
la fisura, contenta,
es otra desvelada
- tú la adivinas, Lajda -:
lucubra una escapada
de su cicatería
y estatuas de algazara
la festejan. ¿Las horas
esquivan la ventana?
Los hilos piden sueño,
pide sueño la lámpara,
el dedal
cabecea...
Tu inmóvil vehemencia
borda que borda...
                                   Lajda,
las gaviotas: tus briznas,
escarchadas;
tus ojeras: los faros,
y tus dedos: las jarcias,
y tu bordar: el sueño
de una estrella apagada,
y toda tú: una hebra
de lejanía pálida.
Severidad... Los duendes
ya casi no trajinan.
Las nubes, de lo oscuro
las hamacas:
gananciosa, la luna
en las nubes descansa.
Oh Lajda, tus pupilas
cada vez mas se agrandan.
Si pudiera arrimarme
hasta tu faz amada,
clausurando tus ojos:
plácida, se abriría,
como madre, la sábana...
... el sopor de las torres
invernales levanta
tu zozobra. Recuesta
la tristeza en la almohada:
detén tus infinitos
bordados con la ráfaga
grismente deshilada
de algún sueño... fantasmas...
jardines... tules... valles...
tules... grutas... montañas...
majadas... La fisura
se ha callado... Descansa.
Severidad... Los duendes
ya casi no trajinan.
No bordes más, hermana,
no bordes más, no bordes
mas, te lo ruego, ¡hermana!
Pondera lo temprano
que dormías en casa.
Papá se bajará;
cercenando bujías,
nos reñirá mañana.
¡Lajda, apaga la lámpara!
Deja que ampare el sueño
tus pupilas sembradas.
Lajda, sé buena: apaga
la lámpara. Unas alas:
tu cuello; las gaviotas:
tus briznas, escarchadas;
tus ojeras: los faros,
y tus dedos: las jarcias,
y tu bordar: el sueño
de una estrella apagada,
y toda tú: una hebra
de lejanía pálida.
Oh Lajda, duerme, duerme.
Oh Lajda, tus pupilas
cada vez más se agrandan.
Si pudiera arrimarme
hasta tu faz amada,
clausurando tus ojos.
Oh esa lámpara lámpara,
hermana Lajda, ¡apágala!