Mi sombra se acercó:
«¿Qué sientes, di, qué sientes?» :
pertina
durante muchos dédalos.
Envolvieron el cuarto
los cirios.
Desde un sesgo
vidrioso
y esfumado:
«¿Qué sientes,
di, qué sientes?» El hálito
de los desconocidos
los cirios extinguió.
Crispándose, mi sombra. Amanecía.
Los míos me cubrieron:
nacaradas
procesiones. Mi sombra, en las aristas,
grito ronco:
«¿Qué sientes,
di, qué sientes?» Callejuelas
le impedían el paso.
*
Conmovieron cavernas.
Emigré: estepa ciega.
*
Una rendija, ahora,
amiga
de mi caja:
«¿Qué sientes, di, qué sientes?»
... Y el huracán,
esclavo, de las sombras
que procuran hablar
con sus hermanos.
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