BESOS
LXIV
En el cajón del velador, amparo
de gualdas cartas húmedas,
la enormenormenorme cucaracha.
Ufano mango
del calzador, asísteme.
Desbarra,
cae, súbdita,
volteada, sobre el lecho:
diligencias mostrencas:
cien élitros hostiles.
Retrocedo.
Tiara torva,
posa
su níquel virutísimo
- cúspide - en mi pescuezo;
se desliza, efusiva, hasta mis labios,
con su ataúd.
Me adhiero
a la pared: arduo motín de celdas
leñosas y relámpagos
fétidos: simulacros
tupidos
de lamento almibarado.
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