El mensajero.
Santiago: LOM Ediciones, 2003.

 

 

 

XV

Se acomoda el estrado del mechero.
Carraspea el hisopo.
Con brío lánguido - atizar brumoso -,
la eternidad, coqueta, ante el espejo,

en su traje vandálico. Los vuelos
- mirtos, lorzas... - frufrúan. Por los hombros,
la jarana de broches. En el pecho
el escote palpita. Perentorios

brazos: un rezagado crisantemo,
de las caderas a la nuca. Nítida,
la tirria de las lámparas: degüellos:

preseas: aneurismas.
Yo, felino cojín, inmóvil, tenso:
la eternidad se pinta en mis pupilas.

David Rosenmann-Taub. El mensajero.
Santiago de Chile: LOM ediciones, 2003, p. 26.