Cortejo y Epinicio.
Santiago: LOM Ediciones, 2002.

 

 

 

PASION

 

LXXX

La tierra invoca al cuerpo.
Agua de tierra y sal de tierra me penetran.
Magulladura, el árbol de la luz
da sombra. En la vorágine
los cielos piden alas a la tierra.
La cubierta del odio
consagra surtidor. Crea la tierra
alas:
crea tierra.

Mas luz se precipita:
sus diademas nebulan por los mares:
y es la tierra de tierra,
y es el éter de tierra.
Desvelo mis raíces
con mi canto de tierra alborozada.

Y en el último abrojo
del arroyo de tierra,
en la última órbita
de jornada de tierra,
en la pugnaz resaca
de traidora cabeza,
cruje la tierra toda
su semental de tierra.

Coral aguja matutina, pistilo de amplitud,
joyel
proclive,
cumbre
sobre la cumbre, muere, muñón de tierra, el aire.
Vedada epifanía hacia los cielos,
mueren mis brazos.
Muero.
Desde los ejes, infinitamente,
tierra y alma, en la luz, se precipitan.

Se precipita el llanto.
La tierra se endereza: la hornagueo.
Y los bramidos de la tierra, sangre.

Abajo, aquí, la tierra;
arriba, aquí, su canto.
El llanto, cavidad
y cavidad, refluye,
se avellana,
y su canto mi canto.

Hay que dormir el sueño de la tierra;
Hay que dormir.
Dormir.
Apresar la cascada.
Y en la sola mejilla de la tierra
apoyar las mejillas,
navegando a la paz.

Hálito oscuro, el tiempo ira al remanso:
«Grumo de tierra el sueño?»
Las preñeces
del himno, por espolios.

No sabré si decir
«Quiero» o callar.
No ha de cesar el tiempo
su pasión.
No sabré
si hueso o tierra lo que roza el sueño.

David Rosenmann-Taub. Cortejo y Epinicio
Santiago de Chile: LOM ediciones, 2002.