El cielo en la fuente
La mañana eterna
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Santiago: LOM Ediciones, 2004.

 

 

 

V


Viviré lo que no me diste,
salvaré lo que me enjoyaste.
Impuros jardines,
oscuros valles.

¿Quién acuna?
¿Yo?
¿0 tú?
O tú.
O tú.
O
yo.
Entre las rosas,
siesta de abejas, matorral de crisoles,
el pergamino de la tarde se escribía una añejísima carta.

Cuánto aledaño dispersó Jesusa, persiguiendo aquel desastroso carmín.
— ¡He regresado!—dijo a los pajaros—:
¡dádmelo!
— ¡Nunca!
— ¡Dadme aquel regojuelo prometido!
Saetas de tu padre saquearon la promesa.
— ¡Dádmelo, cencelladas!
— ¡Nunca! ¡Nunca!—.

Mi voz, espejos de alas, era libre,
y esclavo el corazón.
¡Fuego rival aferraré!
Que las maravillas no resplandecen sobre diques sedientos,
y menos en este ganapierde
que encava mi combate, el muy volcán.

David Rosenmann-Taub. El cielo en la fuente / La mañana eterna.
Santiago de Chile: LOM ediciones, 2004.